Todos estamos llamados a ser felices y a nadie se le niega esta opción en la vida porque la felicidad es trabajo de uno mismo. No debemos cargarle la culpa a nadie por nuestra infelicidad porque ella depende del buen uso que hagamos de la libertad que poseemos.
La sociedad actual se caracteriza por ser materialista y hedonista. Existe un límite a la hora de diferenciar entre libertad y libertinaje, porque las acciones que cada uno realiza, no pueden dañar o pisotear la dignidad de las demás personas.
Los seres humanos necesitamos retos materiales para satisfacer nuestros objetivos y los de nuestra familia, sin embargo, el límite se encuentra cuando al adquirir algo material me empiece a quitar la tranquilidad. Cuando empiece a sentir angustia por querer tener lo que el vecino, cuando cambie mi paz interna por la obsesión de complacer a los demás, hay que estar pendiente, porque este es el límite.
Nuestra vida se resume en tres grandes avenidas:
La familia
El trabajo
La comunidad
Es muy importante que en estas tres áreas invirtamos tiempo, dinero y esfuerzo a fin de encontrar el equilibrio:
En la familia: Debemos cuidar a nuestros parientes y seres queridos.
En el trabajo: Nuestro trabajo es la actividad que realizamos, no sólo con el fin de ganar dinero, sino de encontrar la autorrealización al aplicar nuestros conocimientos y habilidades.
En la comunidad: Debemos generar apoyo intelectual y/o económico, siempre y cuando cumpla el requisito de ser incondicional.
Muchos empresarios son exitosos en el área laboral, sin embargo, al analizar sus familias y ver la poca comunicación que tienen entre sí, sienten que hay un vacío en un área vital. Hay muchas personas exitosas a nivel laboral y familiar, pero fallan en sus relaciones con la comunidad; esas personas son como una mesa con tres patas que se está tambaleando a cada instante.
El equilibrio en estas tres grandes avenidas debe estar sustentado en valores morales (honestidad, sinceridad, confianza, etc) inquebrantables, para poder adquirir la paz interior que todos los seres humanos deseamos.
San Agustín decía:
"Si quieres ser feliz, No te aferres ni a las cosas ni a las personas"